sábado, 7 de diciembre de 2019

Despierta. Mueve tu cuerpo, vamos, ven a bailar que el horno está frío y la quietud no ayuda. Ven, baila salsa conmigo y caliéntate, quiero ver tus mofletes rosados, quiero ver la sonrisa en la luz de tus ojos, relájate, conmigo estás en buenas manos.

Fluye junto a mi en un futuro sin música; vamos a seguir la cuerda hasta la cima del Kilimanjaro y a viajar para formar huracanes en nuevas latitudes, para ver la lluvia en el desierto y el desierto en la antigua ciudad. Ven o márchate, elige bando: conmigo o contra mí. Ven y polarízate, ve al extremo estúpido, deja que colaboraremos en tu desequilibrio.

Se que te hacemos llorar y que lloras con ganas; se que te hacemos sudar y que tu sudor nos derrite. Se que podemos cocinar sin fuego cuando te enfadas y tus emociones brillan alto, contundentes. Lo se porque eres nuestra maestra.

Te pones boca abajo en respuesta a las cosquillas que te hacemos en la planta de los pies. Te enfadas porque tu tienes tus tiempos y nosotros nos empeñamos en ajustarte a nuestros horarios locos, nuestras necesidades confusas. Te pones boca abajo y gritas, pero tu voz nos llega de forma indirecta, confusa, tanto que nos asusta, a veces incluso nos mata. Nosotros debatimos, hablamos de ti y tus necesidades, pero nos cuesta ponernos de acuerdo: unos interpretan tu mensaje de un modo, otros de otro. Los astros giran y tu sigues con tu movimiento anormal, sintomático, alterando tu esencia, modificando patrones, haciendo que nuestros científicos se asusten como niños y que los demás gritemos en respuesta a tu presencia imponente, a nuestro propio miedo.

No es que no nos importe tu llanto, es solo que, como tu, somos complicados. Entendemos que debemos (porque podemos) cambiar ciertos patrones de conducta; necesitamos que tu, maestra, nos sigas enseñando el camino bueno, también el malo, pues últimamente tu ser, nuestro mundo, gira a una velocidad excesiva, como si una mano gigante no parara de dar cuerda al globo terráqueo de cada habitación. Nosotros, lejos de frenarla, invitamos a ese ajetreo que nos lleva como pollos sin cabeza, que nos ha expulsado de nuestra balanza y que ahora parece arrastrarte a ti también a otro lugar del espacio, más cerca y a la vez más lejos del sol.

Maestra, a nosotros nos cuesta convivir, lo sabes. Necesitamos lecciones de tolerancia; necesitamos más práctica en biología empática. Maestra, si los árboles lloran al ser talados, haz que derramen lágrimas para que todos entiendan. Maestra, si los glaciares sufren porque retroceden, deja que visualicemos su angustia y suframos junto a ellos. Maestra, tu llanto inunda las calles, ahoga a las ovejas y trae de cabeza a los bomberos. Te pedimos perdón de corazón, de verdad, no queremos hacerte llorar.

¡Si, maestra! Se que a veces nos falta un punto de humildad y que tu, con sutil elegancia, nos lo haces saber. En el fondo todos sabemos que seguirás aquí cuando nosotros ya no estemos, que eres tu nuestro verdugo, no al revés, y está bien que así sea. Entiende nuestros anhelos de supervivencia; disculpa los ataques suicidas en los que sales malherida. Si, son absurdos en tanto que aceleran nuestro adiós, pero por desgracia no nos damos cuenta con facilidad. ¿Te he dicho ya que somos muy complicados?

Quisiera ofrecerte una ducha de agua fresquita en tu verano sincero; quisiera deslizarme por las montañas nevadas de tu entusiasmo. Quisiera que volvieras al centro de tu balanza, que nos perdonaras gracias a nuestros actos y que volviéramos a ser uno, todos nosotros.

Maestra, ojalá pudiera mostrarte hoy todos nuestros progresos, pero lo único que puedo ofrecerte es mi mejor voluntad y la de todas estas personas que están aquí conmigo, sirviéndote en agradecimiento por habernos cuidado tan bien, habernos dejado vivir en plenitud.

Se que crees en nosotros aunque a veces no te demos motivos; debes saber que tu fuerza y sabiduría nos enfría y calienta en armonía hasta el punto de hacernos sentir capaces porque unidos, unidos también a ti, podemos hacer cosas dignas, bellas, las mejores que somos capaces de lograr hoy.

¿Y mañana? Mañana tranquila, amiga, pues seremos capaces de aprender de nuestros errores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario