jueves, 2 de enero de 2020

El muñeco de nieve negra.


Un escritor, apellidado Dickens, soñó un cuento de Navidad. Después lo tradujo al lenguaje escrito y lo puso en la mesa que compartes con tus familiares y amigos.
¿Y que pasó después?
Que se quedó frio. Dejaron de prestarle atención. Probaron otros sabores y lo relegaron al olvido. Pusieron la tele para impregnarse del supuesto espíritu navideño mientras Dickens lloraba, Hesse paseaba y la mente de Kafka creaba un muñeco de nieve negra.
¿Nieve negra?
Esta última década no ha hecho más que caer nieve negra, solo que no nos hemos dado cuenta.
¿Y que hizo el muñeco?
Sentarse en la mesa con una familia todas las navidades, desde el 24 hasta el 6. Lo primero que hizo fue requisar los móviles; solo les permitió utilizarlos cuando fueran a llamar a familiares y amigos. Sin móviles, se miraron a los ojos durante las comidas y las cenas hasta que las palabras del cuento de Dickens empezaron a brotar de sus pupilas, que lagrimaban. Luego les animó a revisar el menú navideño; sin decir una palabra, les hizo comprender de lo vital que resultaba comer y beber con moderación. A continuación pintaron cuadros, escribieron cartas, tallaron manualidades y se las intercambiaron a modo de regalo. En Nochevieja cortó la luz y se tomaron las uvas escuchando el reloj de cuco.
Unos meses más tarde, aún sin haberse recuperado del shock, la familia se reunió de nuevo. Estaban comiendo, hablando de esto y lo otro, hasta que en un momento se hizo el silencio. Dejaron los cubiertos y se miraron.
Vosotros...¿seguís escuchando el sonido del reloj? -dijo uno.
Todos los días.
A todas horas.
Es un recordatorio para no olvidar el espíritu de la navidad.
Nos ha hecho mejores. Llevo un año fantástico, ahora soy mejor persona.
¿Dónde está el muñeco de nieve negra?
En otra casa. Irá cada año a una casa hasta que la navidad vuelva a ser blanca. Solo entonces podrá descansar.

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